Existe una correlación positiva entre empresas con buen desempeño ASG y el retorno económico.
Últimamente los inversores están cambiando y con ellos las empresas. Hace unos años las metas empresariales consistían en lograr crecimiento y rentabilidad o lo que es lo mismo, ganar dinero quedando el bienestar de las personas en un plano secundario. En la actualidad estas metas están cambiando y son una combinación de ganancias económicas, responsabilidad corporativa con sus empleados y responsabilidad pública por un bien común. La inversión empresarial en criterios ASG, es decir, ambientales, sociales y de gobierno corporativo ya era importante antes de la paralización de muchos sectores a nivel mundial a causa del Covid-19, pero tendrá un significado aún mayor a medida que la humanidad se vaya reponiendo de esta pandemia y se esfuerce por encontrar la forma de combatir futuras amenazas.
Los datos ASG de las empresas muestran el desempeño “no financiero” de éstas. Ponen el foco de atención en el comportamiento de las empresas con su entorno en tres áreas diferenciadas: Medio Ambiente, impacto social y gobernanza.
La primera de las tres áreas hace referencia a la contribución sostenible que hace la empresa en lo referente al consumo responsable de agua, vertidos residuales, calidad del aire, uso de energía y materiales, etc.
En cuanto al impacto social, tiene en cuenta la gestión que la empresa mantiene con las personas que forman parte de sus equipos, así como de los proveedores y el impacto que tiene sobre las comunidades locales.
En lo referente a la gobernanza se vincula directamente con la forma en la que la empresa se autogobierna, el funcionamiento del consejo y la ética empresarial, entre otros aspectos.
Estas modificaciones de los indicadores de crecimiento de una empresa han venido impulsadas principalmente por dos movimientos o tendencias. Por un lado, la normativa de la Unión Europea que demanda cada vez más compañías comprometidas con la sociedad y por otro lado por los inversores, que buscan una sostenibilidad a largo plazo garantizada por el impacto ambiental y social de las operaciones realizadas por las empresas en las que van a invertir.
Integrar los criterios ASG en la empresa tiene una serie de beneficios tanto a corto como a largo plazo:
Ventajas competitivas: ya que la gestión de estos criterios otorga un valor diferencial frente a la competencia.
Mitigación de riesgos: asociados a la actividad en cuestiones ambientales, sociales, de buen gobierno, así como de gestión de personas o con los proveedores.
Atracción de talento: los empleados prefieren trabajar en empresas más comprometidas con la sociedad y con un propósito definido.
Oportunidades de inversión: al igual que los trabajadores, los inversores piden un mayor compromiso a las empresas en las que van a invertir para frenar y mitigar el cambio climático, impulsar la transición hacia una economía descarbonizada y contribuir para afrontar los desafíos sociales y reducir la desigualdad.
La integración de los criterios ASG no está reservada a las grandes empresas, sino que es un valor diferencial para cualquier organización, independientemente de su tamaño.